UN DÍA INOLVIDABLE
Javier se levantó, se vistió y fue a desayunar. El día empezaba igual que los demás, pero él no se imaginaba que nunca lo olvidaría.
Saludó a su madre y a su madre y a su padre que estaban desayunando en la cocina, se preparó el desayuno y entonces llamaron a la puerta. Eran sus amigos Diego y Pedro.
Javier les dijo que estaba desayunando, Diego le pidió que se diese prisa, que se habían enterado de que había una casa encantada y seguro que habría fantasmas.
Javier le dijo a su madre que se iba a dar una vuelta y ella le dijo que no se metiera en líos. Los tres cogieron sus bicis y se fueron a la casa. De camino se iban inventando historias de lo que verían allí.
Pedro dijo: -Seguro que hay una bruja con su escoba y su varita mágica ¡Nos convertirá en ranas!
Javier dijo:-Yo creo que habrá murciélagos que se convertirán en vampiros.
Diego contestó:-¿Podéis parar? ¡Me estáis asustando!
Sin darse cuenta llegaron a la casa.
-¡Da mucho miedo!- dijeron los niños.
La casa era muy siniestra. La valla estaba rota, el jardín descuidado y lleno de matas, las ventanas se abrían y cerraban con el viento y la puerta chirriaba.
Los niños se quedaron boquiabiertos cuando en una de las ventanas apareció una silueta. Los tres se subieron a las bicicletas y empezaron a correr, ninguno habló hasta que llegaron a casa de Javier.
-¿Habéis visto eso?-dijo Pedro.
-¡Tenemos que volver!- respondió Javier.
-Está bien, después de cenar quedamos en el parque-dijo Diego.
Javier cenó rapidísimo y le dijo a su madre.-Me voy a la cama, tengo mucho sueño.
Cuando estaban todos dormidos, se fue por la ventana sin hacer ruido. Sus amigos ya le esperaban en el parque.
Llegaron a la casa, dejaron las bicis en la valla y entraron. De pronto la puerta se cerró, los tres dieron un grito. Un rayo iluminó la habitación y apareció un espíritu que gritaba:-¡Marcharos de aquí!
Javier intentaba abrir la puerta, pero no podía.
Diego gritaba:-¡No nos hagas daño!
-¿Por qué venís a molestarme?-preguntó el espíritu enfadado.
Los niños le pidieron que por favor no les hiciera daño, que ellos le ayudarían.
-Está bien- dijo el espíritu-os dejaré marchar si me ayudáis.
El espíritu les contó que era el fantasma del Conde de Valls y que su familia poseía un libro de conjuros. Una vez, ese libro, cayó en malas manos y a él lo convirtió en espíritu. No podría marcharse de este mundo hasta que el libro no esté enterrado y por eso protege la casa, para que nadie lo encuentre.
Entonces el Conde les dijo dónde estaba la llave del cofre que escondía el libro. Los niños salieron al jardín, hicieron un hoyo muy profundo y enterraron el libro. De pronto el fantasma se convirtió en humo y desapareció para poder descansar por fin.
Los niños se marcharon, aquel día nunca lo olvidarían.
Los finalistas leyendo sus cuentos a sus compañeros:
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