Rosa Caramelo
En la manada,
todas las elefantas son de color rosa, menos Margarita. Y pronto
descubrirá que las de su sexo tienen prohibido hacer cosas reservadas a
los machos. Al no aceptar esa tradición mostrará a sus compañeras que la
igualdad no es una utopía.
¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?
Carlota era una princesa rosa. Con su vestido rosa, su armario lleno de
ropa rosa. Pero Carlota estaba harta del rosa y de ser una princesa.
Quería vestir de rojo, de verde o de violeta... No quería besar sapos
para ver si eran príncipes azules. No quería príncipes azules. Carlota
siempre se preguntaba por qué no había princesas que surcaran los mares
en busca de aventuras. O princesas que rescataran a los príncipes de las
garras de un lobo feroz. O princesas que cazaran dragones o volaran en
globo.
Las princesas también se tiran pedos
Laura vuelve a casa preocupada tras una discusión con un compañero
de clase, el cual le ha dicho que Cenicienta se tiraba muchos pedos.
Laura no da crédito a semejante afirmación y le pregunta a su padre...
El papá de Laura, guarda un gran secreto en su biblioteca... "El libro
secreto de las princesas"
Arturo y Clementina
Cuando Arturo y Clementina se conocieron se enamoraron de inmediato y
decidieron casarse. Clementina tenía muchos sueños y gran parte de
estos quiso entonces realizarlos junto a Arturo, en especial viajar y
conocer el mundo…. Ahhh, soñaba con Venecia. Pero Arturo, una vez
casados decidió que no era necesario que Clementina viajara a ningún
lado, que con que se quedara en casa bastaba, que él saldría y la
abastecería de todo lo que necesitara.
Pero pasaron los días y
algo no le cuadraba a Clementina en su nueva vida. Ella no quería
quedarse en casa todo el día esperando a que llegara Arturo, ella quería
estar con Arturo y compartir con él. Ahora, si eso no se podía, al
menos pensaba en usar su día en algún pasatiempo que le enriqueciera la
vida como pintar o tocar la flauta. Pero Arturo no creía que ella fuera
capaz de esas cosas, la encontraba tonta, aburrida y muy despistada…
pero la quería, por eso le traía todos los días un regalo distinto: un
gramófono para que oyera música, un cuadro para que viera una pintura,
un jarrón de Murano para que imaginara que viajaba por Venecia y todo
esto lo iba atando con mucho cuidado al caparazón de Clementina.
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